La inteligencia artificial volvió a poner sobre la mesa un tema que inquieta a todos los sectores: la vulnerabilidad de ciertas profesiones. De acuerdo con una reciente publicación de Infobae, basada en un informe de OpenAI, existen 44 profesiones en riesgo por la automatización, y aunque los organizadores de eventos no aparecen explícitamente en la lista, su futuro depende más que nunca de una habilidad humana esencial: prever, evaluar y gestionar riesgos.

En la industria de reuniones, el peligro no viene solo de la tecnología, sino de la improvisación. Un evento puede perder el control en cuestión de minutos si no existen procesos, planes de contingencia o una lectura clara del contexto. Y en ese terreno, los organizadores sí están en riesgo; de fallar, de perder reputación y, en el peor de los casos, de poner en peligro a sus asistentes.
Riesgos que se subestiman, hasta que ocurren
Los principales fallos se originan en la falta de planificación estructurada. No contar con un plan de seguridad aprobado ni con protocolos operativos eleva la posibilidad de incidentes imprevistos y reacciones improvisadas. En muchos casos, los errores no se deben a falta de experiencia, sino a evaluaciones de riesgo incompletas, donde se omiten factores como el tipo de recinto, el número de asistentes, el entorno político o las condiciones meteorológicas.
Cada evento tiene su propio “perfil de riesgo”. No es lo mismo una feria internacional bajo un clima inestable, que una gala de lujo en un centro urbano con manifestaciones cercanas. Sin embargo, los riesgos tienden a repetirse: alteraciones del orden, robos durante el montaje o desmontaje, fallas eléctricas y hasta amenazas intencionadas. Y aunque la probabilidad de un atentado sea baja, su impacto potencial es máximo. Por eso los protocolos modernos incluyen desde rutas de evacuación por sectores hasta coordinación con fuerzas de seguridad.
Cuando un imprevisto se convierte en crisis
Los errores más costosos suelen tener un punto en común, la ausencia de planes de contingencia. Un corte de luz en plena conferencia magistral puede provocar pánico o evacuaciones desordenadas si no existen sistemas de respaldo ni comunicación efectiva. Del mismo modo, un fallo en los accesos o una congestión en la entrada puede escalar rápidamente si no existe una estrategia de crowd management (gestión de multitudes) que defina flujos, responsabilidades y tiempos de respuesta.
Organismos como la Event Safety Alliance o los estándares ISO 20121 insisten en la importancia de documentar todo: desde el mapa de riesgos hasta el registro de incidentes y lecciones aprendidas. Este tipo de marcos no solo reducen accidentes, sino que profesionalizan la operación y fortalecen la confianza con venues, autoridades y patrocinadores.
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Factores que aumentan el peligro
Un organizador está en peligro cuando confía demasiado en la suerte. El lugar del evento, las vías de acceso, la densidad del público o el contexto social pueden transformar un día exitoso en una crisis mediática. De hecho, la seguridad no depende solo del recinto, sino del análisis previo: revisar la ubicación, evaluar riesgos externos, establecer controles de acceso, y, sobre todo, prever lo imprevisible.
A ello se suma el impacto del clima y la tecnología. La lluvia puede colapsar un montaje al aire libre, y una falla de red puede interrumpir acreditaciones, transmisiones o pagos digitales. En un entorno cada vez más híbrido, donde la conectividad y los datos son parte del “servicio básico”, los organizadores deben pensar en redundancia, respaldo y protocolos de respuesta inmediata.
IA: ¿amenaza o aliada del planner?
La inteligencia artificial puede automatizar tareas, pero también potenciar la prevención. Herramientas de monitoreo y análisis predictivo permiten hoy detectar riesgos en tiempo real, anticipar aforos, prever fallas técnicas o incluso analizar el sentimiento en redes para identificar posibles alteraciones del orden.
El organizador que adopta la IA como apoyo no desaparece. Si no evoluciona hacia un perfil más estratégico, será capaz de usar los datos para anticiparse y no sólo reaccionar.
Blindar la profesión
El verdadero riesgo para los organizadores no es la automatización, sino operar sin estructura. La planificación rigurosa, el control de riesgos, la gestión de multitudes y la integración de tecnologías predictivas son ya parte del nuevo perfil del planner.
Los eventos seguros, sostenibles y exitosos no dependen de la suerte, sino de un proceso meticuloso donde cada detalle cuenta. Porque, al final, el mayor peligro no está en la IA… sino en dejar de prever.
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